Putin, de luna de miel con los ultras

No es nada nuevo que existan relaciones, más o menos abiertas, entre el poder político y los grupos ultra. El fútbol es un gran escaparate y los grupos ultras, además, son idóneos como fuerza de choque. En Argentina se hace abiertamente: los candidatos “compran” a las barras que, a su vez, muestran pancartas de apoyo al político de turno. Por aquí tenemos el ejemplo de presidentes de club apoyándose en grupos ultra para acallar a la oposición. Ahora, según www.thinkcool.it, el turno le ha tocado a Putin.

Las elecciones de este fin de semana parecen bastante decididas en favor del regreso de Putin a la presidencia de Rusia (que no del poder, que nunca ha abandonado). Aunque es posible una segunda vuelta, ésta es improbable. Lo que más teme Putin son las manifestaciones masivas y los actos de desobediencia civil que, como ya se han ido sucediendo recientemente, pudiera organizar la oposición una vez pasadas las elecciones. El espectro de las mal llamadas “primaveras árabes” aletea pues por la Vieja Rusia.

Para evitar males mayores, Putin parece que ha pactado con los grupos ultra, especialmente los más poderosos de la capital, los del Spartak y CSKA: ellos se encargan de controlar las calles y que no se mueva ni una mosca. A cambio, política de mirar hacia otro lado cuando provoquen disturbios y compromiso de financiarles, con énfasis en la futura Eurocopa de Ucrania y Polonia. Si la información es cierta, a la selección rusa no le va a faltar animación.